El Fantasma PrivadoPampaCentral


El  Fantasma Privado

Luis: ¡Qué contenta que estoy! Te siento aquí, acompañándome; y cuando no estás, tu nombre impregna el aire que respiro.
    Desde que estás aquí, mi llanto se ha ido muy lejos en el tiempo.
    Yo ya ni me acordaba de que alguna vez estuviste en mi vida.
    No estaba pensando en vos. Te juro que no. Pero te vi. Te vi observarme con tus ojos negros, con desesperación y bronca, mezcla de amor y odio. Reconocí tu olor. La tensión de tus músculos y el brillo de tu piel.
    Intenté tocarte, querido Luis. Pero te me escurriste de las manos.
    Grité a mi hermana: ‘‘¡Patricia...! He visto a Luis en el living, entre las sombras’’. Prendimos las luces, revisamos la sala rincón por rincón...
    ‘‘La casa está muy vieja, son las cucarachas’’, se burló Patricia.
    A veces, bromeamos sobre la oscuridad de la casa. Es grande, llena de recovecos. Tiene el olor de los años que se nos van.
    Patricia se ríe porque a veces me asusto... Escucho ruidos extraños cuando bajo por la escalera. Rechina. Luego el silencio. Rápidamente enciendo la luz; intento no mirar las sombras. Las cucarachas se esconden y grito de terror.
    Pero, ese día, no sentí ningún terror... Me sentí, por un breve momento, intensamente feliz...
    No tuve tiempo de pensar cómo habías entrado. No me puse a razonar que era ilógico. Sólo alcancé a decirte: ‘‘Luis, estás aquí. Te extrañé mucho’’.
    Sonreíste y me abandonaste.
    Cuando no te encontramos después de nuestra búsqueda lloré tanto, que Patricia dejó de reírse y trató de calmarme. Sentía que mi alma quedaba despedazada, como aquella vez.
    ¡Qué dolor!
    Un lío, mirá... Patricia me explicaba con su habitual fría lógica, que era imposible que fueras vos: ‘‘¿Cómo habrías entrado?...’’.
    Hacía diez años que no sabía nada de vos.
    Vivimos solas, en esta casa que, más que casa, parece un castillo...
    Somos las últimas hermanas solteras.
    Está bien que siempre salimos con el grupo y que todavía no somos tan viejas... Pero, Patricia me dijo: ‘‘La soledad es mala consejera... Seguramente te pusiste a recordar cuando eran novios y te pareció verlo’’.
    ‘‘¡No!’’, sólo atiné a gritar.
    Ya no te recordaba. Al principio sí. Primero con odio. Recordaba los gritos y tus celos aquel día en el Botánico. La gente nos miraba.
    Yo ahora puedo comprender que estabas nervioso por lo del servicio militar. Te habían vuelto a llamar para defender la frontera con Chile... Estabas demasiado tensionado.
    Primero criticaste mi manía de mirar a cuanto hombre se cruzara en mi camino. Te contesté que si no sabías que me gustaba observar los gestos y los ojos, casi como un hobby, sin mala intención, entonces era mejor que no saliéramos más. Si no me comprendías esta costumbre, no me amabas ni me conocías.
    No me contestaste; me miraste furioso. Conozco la mirada de tus ojos cuando te enojás. No hablás, te limitás a mirar...
    Te enojaba terriblemente que te amenazara con dejarte... Y a mí, no sé por qué, me había agarrado esa costumbre...
    Como no contestabas, te hablé del amor, conocimiento del otro, respeto por lo que el otro es y no lo que quisiera que uno fuera...
    Me gritaste: ‘‘¡Lo que pasa es que sos una puta!...’’.
    No sé lo que pasó después.
    Nos gritamos cada vez más fuerte...
    En un momento te dije: ‘‘Me voy, y te juro que no me ves más...’’.
    Me miraste desafiante y te atreviste a reír.
    Me fui con odio y furia.
    No me seguiste. No me llamaste, ni te llamé...
    Primero seguí un tiempo recordándote. Luego te olvidé.
    ¡Diez años!...
    Después de mucho razonar conmigo, Patricia me convenció. Debía haber sido una visión. El inconsciente nos juega malas pasadas.
    Limpié el living. Sentía tanta amargura, tanta...
    ¿Qué habrá pasado con vos?...
    Te imaginé recibido de arquitecto, casado y con hijos.
    No podía dejar de pensar en vos...
    Alguien me dijo alguna vez, que uno se queda como pegado a la gente que quiso y no tuvo tiempo de decir adiós.
    Esta persona me decía: ‘‘Para separarse, hay que hacerlo bien, hay que darse todas las explicaciones del caso. Tomarse un tiempo para poder tomar contacto con la idea... Los finales abruptos son como fantasmas que uno lleva en el alma’’.
    De pronto, tuve la necesidad de saber qué había pasado.
    Podía llamar y preguntar...
    Dudé... Después de tanto tiempo... ¿Para qué molestarte?... Además me daba vergüenza. ¿Qué te iba a decir? ¿Cómo explicarte lo que me pasaba?...
    Era ridículo
    De noche, Patricia salió con su novio.
    Me quedé sola entre los recuerdos y los pensamientos que amenazaban no dejarme dormir... Todavía era temprano, pero, cuando estoy nerviosa por algo... o triste... sé por experiencia que la noche será demasiado larga.
    Empecé a pensar en algo que había leído. Algo así como que no hay peor arrepentimiento, que el que uno tiene cuando no ha hecho algo que le hubiera gustado hacer...
    Siempre uno anda preguntándose ‘‘¿Cómo hubiera sido si yo...?’’.
    Por eso llamé a tu casa. En diez años, tu teléfono había subsistido en mis agendas...
    Ya sabés la noticia que me dio tu hermana: ‘‘Murió en la frontera con Chile’’.
    Luis: Se me retorcía todo. Me dolía la garganta de tanto gritar. Me ahogaba.
    Hasta que no pude más. No me quedaba energía para nada...
    Luego vino el arrepentimiento. Pensé ‘‘¿Por qué tuve que llamar? ¿Qué habría pensado tu hermana al escuchar mis gritos?’’.
    No me animaba a volver a llamar para disculparme...
    ¿Por qué tuviste que venir a aparecerte, muerto?
    Sola como un perro me acosté.
    Mi corazón tardó en aquietarse.
    Yo también quería morirme.
    Traté de calmarme. ¿Qué sentido tenía esto, si yo ya ni me acordaba de vos...?
    Me tranquilicé y pensé que, después de todo, había tenido una experiencia fuera de lo común.
    Recordé mis clases de parapsicología.
    Conexión con el inconsciente colectivo, en donde están las ideas de todos los seres humanos, esperando que alguien se conecte con ellas, y ahí apareciste...
    O si no, pensamientos que viajan por el tiempo.
    O... ¿Podría ser realmente tu espíritu?

    Otra vez la tristeza. Lloré por lo que hubiera sido y no pudo ser... Era probable que cuando regresaras de la frontera, me hubieras llamado para pedirme perdón...
    Antes, cuando discutíamos, el que tenía la culpa llamaba al otro para disculparse...
    ¿Por qué yo no me había casado, pese a los pretendientes que había tenido?
    Tomé conciencia de que sólo te había amado a vos. Sin darme cuenta, te había sido fiel a través del tiempo.
    Esta vez mi desconsuelo era inmenso. Toda mi vida aparecía sin sentido.
    En ese momento fue la primera vez que apareciste en mi dormitorio.
    Te vi a los pies de mi cama de bronce.
    Me mirabas con ternura y alegría. Te metiste sigilosamente debajo de mi sábana.
    Desde esa noche nunca duermo sola. Tus manos me acarician y tu boca me cubre de besos...
    Todas las noches...
    Sólo de noche te tengo conmigo...
    Pero eso es más que suficiente... Día a día rejuvenezco.
    La gente me pregunta qué es lo que me pasa, que estoy tan bien últimamente.
    Yo misma me veo cada vez más linda.
    La dicha le da brillo a mis ojos y suaviza mis arrugas.
    Yo guardo con picardía mi secreto...
    Sólo para mí, y todas las noches... Me cubre del frío mi fantasma privado.


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