El Abuelo y otras atrocidadesPampaCentral


Tres   Dioses

1.- Un dios de bolsillo.

Jorge Escarmiento era un hombre muy afortunado: tenía un dios de bolsillo que purgaba sus culpas mejor que cualquier billetera.
    Una noche desalmada, Jorge tomó con sus dedos a su dios y lo posó en la palma de su mano. Con algo de recelo le preguntó:
    –¿Tiene usted fuego?
    –Deberá usted disculparme, pero lo noto realmente desmejorado... –respondió el dios diminuto–.
    –Una cosa no quita a la otra... Y usted utiliza una palabra un tanto graciosa para el terrible concepto que precisa transmitir...
    El dios hizo un gesto de cansancio: –Tampoco es una necesidad, hombre... Es sólo un deseo intransigente...
    –Volviendo al tema que nos compete... ¿Dónde se encuentra su Casa, de la que tanto me habla?...
    –Mil kilómetros hacia algún lugar... –contestó el dios–.
    –¿Hacia dónde?
    –Hacia cualquier lugar...
    –¿Mil kilómetros a la redonda? ¿Todo eso es su hogar?
    El dios se sonrojó: –No, eso sería pretencioso, incluso especulativo, o más bien diría estridente, solemne, perspicaz, precoz, indulgente, lacerante... Usted me comprende... Mi Hogar es la Circunferencia.
    Escarmiento pareció satisfecho con la respuesta: –Eso es muy sugerente...
    –Teniendo en cuenta que a veces la calvicie es hereditaria... y eso bien lo saben los monjes del Desierto Circular, y más aún cuando la Plataforma se eleva...
    –Comprendo, y sin embargo, no puedo mas que preguntarme... ¿Esas aguas son realmente negras?
    Con expresión sombría, el dios murmuró:
    –Si, ya que negro es el ser que habita en ellas sumergido...
    –Y una vez por año se come a algún pelado... Eso siempre me causa hemorragias.
    –Y a mí, hemofilia...
    –Hablando de eso, ¿es cierto que su hijo ha tenido la semana pasada un ataque de catalepsia?
    El dios, con cierto tono de hartazgo, respondió:
    –Si, este muchacho me da cada susto, parecía muerto, pero al tercer día resucitó...
    –Disculpe mi escepticismo, pero de vez en cuando me dan ataques de ateísmo...
    –Y a mi de vez en cuando me da por el ajorgismo, Sr. Jorge, como por ejemplo ahora, que no creo que usted exista. Ahora bien, que usted no crea en mí, no me hace mella. Distinto es el caso cuando soy yo el que no cree en usted. En esas ocasiones, peligra terriblemente su existencia...
    Escarmiento comenzó a temblar mientras que exclamaba a viva voz:
    –¡¡¡Amar, temer, partir, soñar, decir, tomar, amaestrar, resplandecer, abstraer, elucubrar, comprender, anestesiar, suspender, relacionar, trascender, reaparecer, intoxicar, aniquilar, enamorar, distraer, abarcarrrrrrr!!!
    –¡Eh! ¡Basta! – estalló el dios portátil - ¡¿Qué es lo que le sucede?!
    –¡Ejemm!... Disculpe, fue sólo un acceso de verborragia. A veces, cuando me asusto, los verbos me emanan a borbotones...
    –Yo le recomendaría que se pegara una ducha... – aconsejó el dios.
    –Yo no lo creo conveniente: el agua disuelve el pegamento. Es más, lo creo imposible...
    –¡Usted no crea ni ha creado nada! ¡Acá el que crea, pluscuamperfectamente, soy yo! Y a usted lo he creado posible... De no ser así, usted no existiría...
    Luego de un momento de silencio, el dios diminuto recomendó, como quien redacta un viejo memorándum: - Venga conmigo al Templo, joven, el Dios Vivo le mostrará el Camino de la Mansedumbre...


2.- El templo del Dios Vivo.

Enormes carteles luminosos anunciaban la increíble atracción: "El Templo del Dios Vivo", "¡Procedente de Tiempos Inmemoriales: una Divinidad realmente viva!", "¡Ud. Jamás volverá a ver un animal más increíble y agraciado!".
    Sin embargo, Escarmiento sentía olor a desgracia. Parecía emanar de todos lados: de los carteles, de la humeante puerta entreabierta, de la masa humana de fanáticos, e incluso de él mismo, que sólo buscaba la Verdad.
    Se abrió paso entre la gente, ingresó en el Templo, algo semejante a un teatro, y consiguió sentarse sobre una vieja butaca un tanto incómoda, que luego resultó no ser una butaca, sino una pobre anciana, pero de esto, Escarmiento se percató tan avanzada la velada, que le daba escrúpulos pedirle disculpas a la vieja; y, a decir verdad, ya se había acostumbrado a su regazo huesudo, así que decidió terminar con lo que había comenzado. Además su dios particular purgaría su pecado, si podía ser considerado como tal...
    Pero he aquí que al llevarse la mano al bolsillo, Escarmiento descubrió alarmado que su dios portátil ya no estaba allí, se había deslizado por un agujero existencial...
    No hay palabras para describir lo perdido que se sentía Escarmiento. Decir vacío, abismado, angustiado, azteca, dislocado, detergente, hasta incluso pastafrola, no sería suficiente...
    Se sentía solo en la multitud. Como si esa Soledad silenciosa, que sólo era suya, que sólo le pertenecía a él entre todos los mortales, se acentuara con la presencia de la muchedumbre... La gente se removía en sus asientos y un profundo murmullo llenaba el silencio, hasta rebasarlo... como un estático frenesí... como una esponja angustiada...
    De pronto Escarmiento se encontraba sin dios y debía encontrar un reemplazante antes de que su Fe se diluyera en las aguas del Jabón de Tocador...
    Las luces del recinto se apagaron y un reflector iluminó el escenario, en el que se hallaba una especie de pecera con un banquito en su interior, sobre el cual se encontraba, como derramado, un anciano desnudo, más delgado que una momia, de piel amarillenta, con ese color que toma el papel cuando envejece, a tal punto que uno, de solo mirarlo, creía adivinar en él ese olor que tienen los libros que desde tiempos remotos han dejado de leerse... El viejo parecía haberse orinado encima y un hilo de baba se deslizaba de la comisura de su boca entreabierta hasta su barba mugrosa y llena de telarañas.
    Un enorme cartel se encendió sobre la pecera (o diosera) y se pudo leer, mientras una música de trompetas desenfrenadas y estridentes flautines estallaba de repente: "He aquí el Ultimo Dios Vivo. Los caminos del Señor son inescrutables... Aleluya, Alpargata, Amén".
    Pero no podía decirse que el Dios rebosara de vida. Su cara parecía una pasa de uva podrida y sus ojos ni se adivinaban de lo tan cerrados que estaban...
    La sala estaba tan silenciosa que se podrían haber oído los pensamientos eróticos de una luciérnaga. Los espectadores observaban, quietos, tensos, sudorosos...
    Y de pronto el Dios abrió un ojo (si es que eso que se hallaba oculto entre tantas cataratas y sepultado bajo tanta lagaña, merecía ser rotulado de ese modo), miró fijamente a la multitud... y levantó lentamente un dedo tembloroso de su mano huesuda...
    Entonces la gente estalló en gritos y danzas exóticas. Unos golpeaban sus cabezas contra el suelo. Algunos sufrieron ataques de epilepsia de lo emocionados que estaban... Incluso un pequeño grupo aislado se entretenía escupiendo alegremente alrededor...
    Escarmiento no comprendía el frenesí de la multitud, pero se entretenía observando las febriles reacciones de estos dementes... Hasta que de pronto su mirada fue atraída por algo: dos ojos... los más hermosos ojos que hubiese podido ver en su vida, solo comparables con sueños de vapor que alguna vez había sospechado...
    Y la dueña de esos ojos era sorprendente. Su rostro brillaba con una luz plateada, como la luz silenciosa y pensante de la Luna... Y esa mujer lo miraba únicamente a él entre todas las personas del lugar, como con una mirada cómplice.
    Escarmiento supo que esa mujer era la Mujer de su vida, que jamás encontraría en el mundo otra mujer que lo mirase igual que Ella, que lo miraba a través del Tiempo Espiralado...
    Intentó avanzar, pero siempre había decenas de personas convulsionándose entre ellos. Intentó rodear la multitud esquizofrénica, por un lado, por el otro, pero Ella siempre parecía estar a la misma distancia: lejos como un espejismo...
    Llegaron a tal punto su Desesperación y su Deseo, que se lanzó a correr hacia Ella, llevándose por delante la pecera del Dios Vivo...
    El vidrio se quebró en mil y una astillas, y de pronto fue como si Escarmiento se sumergiera en una Oscuridad mas profunda que su anterior Desesperación... Ya no había multitud, ya no había Dios Vivo... Ahora no solo había perdido a su dios de bolsillo, sino que también había perdido la Mirada Profunda de su amada...


3.- El Dios del Estanque Negro.

Y estuvo nadando durante horas, o tal vez durante siglos a través de esa oscuridad espesa. Aunque más que nadar, se podría decir que se dejaba arrastrar, vencido y flojo como un trapo viejo. Hasta que alcanzó la superficie y se encontró en un gran estanque de aguas negras. A su alrededor hombres y mujeres calvos caminaban con andar paciente o meditaban vestidos con túnicas grises. Algunos conversaban apaciblemente, otros leían enormes libros... Todo lo que había alrededor era esa arena violácea: un desierto solamente interrumpido por el estanque negro.
    Arrastrándose salió del agua y se tendió en la arena, a degustar el último eco de la Mirada de su amada...
    Lentamente, unos diminutos insectos, semejantes a escarabajos rojos, comenzaron a trepar por su cuerpo inerte... Escarmiento lo consideró indispensable...
    Así estuvo durante horas, sin que nadie se percatara de su presencia, como en un pliegue temporal, tan solo como el Silencio...
    Entonces del estanque emergió una plataforma, y sobre ésta se erguía un Dios oscuro y poderoso. Enorme y sombrío como un rey oceánico. Los hombres y mujeres no parecían verlo, o no le prestaban atención... Y el Dios no parecía verlos a ellos, solo clavaba la mirada en el horizonte, con rostro inexpresivo, completamente inmóvil...
    Escarmiento observó a ese Dios y supo al fin que lo único que valía la pena, lo único que podría haberlo salvado de sí mismo, era la Mirada Eterna de su amada ausente... Y sufrió como solo los hongos logran hacerlo, y cuando cayó la noche, manto oscuro, sobre el desierto desnudo; ya no existía nada de él, no había podido soportar el Sufrimiento y se había devorado a sí mismo, como suelen hacerlo las arañas...

"Lógica (s.). Arte de pensar y razonar
en perfecta conformidad con los límites
de la incomprensión humana.".

-Ambrose Gwinett Bierce-
(Diccionario del Diablo)

- FIN -


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